En busca de las tierras raras
Ya no son tan raras porque se descubren nuevos yacimientos en todo el mundo, España incluida. La Unión Europea necesita procesar las suyas para reducir su debilidad frente a potencias que las usan como arma geopolítica.
Resultan indispensables para fabricar dispositivos electrónicos, semiconductores y circuitos, láseres, motores eléctricos, baterías, catalizadores, aerogeneradores o fibra óptica. Además, son elementos químicos y metálicos escasos, no porque en la naturaleza no abunden, sino porque aparecen mezcladas con otros minerales y es infrecuente la concentración suficiente para su explotación comercial. A un puñado de países les ha tocado esa lotería: Estados Unidos, Brasil, Vietnam o Rusia, por ejemplo. China, con algunos de los mayores yacimientos del planeta y la industria líder en procesamiento, acapara del 80% al 90% de la producción global, según el año.
En parte este es el resultado de que los países desarrollados le hayan cedido casi todo el monopolio. Por varios motivos: costes de producción menores que pueden traducirse en precios más asequibles; y costes ambientales que occidente no estaba dispuesto a asumir en otro ejemplo del “no en mi patio trasero”. Es decir, compro la materia procesada o integrada en componentes para no enfrentar el rechazo de una población sensible a dichos costes ambientales. El resultado: dependencia del suministro tanto hoy como de cara al aumento sostenido de la demanda y, por tanto, debilidad cuando ese suministro se convierte en arma geopolítica.
La respuesta de los países dependientes es intentar no serlo, o no tanto, por todas las vías. Para empezar, la más obvia: encontrar yacimientos en sus propios territorios o en su órbita. En este sentido, la Unión Europea muestra un cambio de rumbo, sobre todo tras la invasión de Ucrania y ahora el desamparo militar de Estados Unidos, con leyes que decretan la explotación de 34 materias fundamentales, 17 de ellas, críticas. Planes nacionales como el recién propuesto en España parecen apuntar en esa dirección. Las prospecciones descubren nuevos depósitos que prometen diversificar el suministro. Es el caso de Suecia, Noruega o España, donde se han identificado en cinco comunidades autónomas, además de Turquía, Japón o Estados Unidos,. También China anuncia nuevos yacimientos. Y amplían su rastreo países como Marruecos o Sudáfrica. Es previsible, pues, que sigan los descubrimientos.
No obstante, entre el titular y la realidad industrial hay años de distancia. Aunque la concentración de tierras raras sea suficiente, no deja de ser muy baja y necesita grandes infraestructuras capaces de extraer esa cantidad residual de su sustrato, en primer lugar. Después, refinar y separar los elementos para diferentes usos industriales. Y en paralelo, mejorar la eficiencia mientras se reduce el impacto ecológico. Así, entre inversiones, desarrollo y burocracia, pueden pasar más de 10 años hasta la operación minera, de ahí que uno de los objetivos de la Unión Europea sea recortar ese plazo. Enfrenta otra dificultad añadida: la oposición de poblaciones, organizaciones ambientalistas, partidos y administraciones, hasta incluso paralizar los proyectos en los tribunales, como sucede en España.
Se necesita tiempo para madurar una infraestructura operativa. Y tiempo para lograr la aceptación social ante la necesidad del rearme, la reindustrialización y la defensa de sus sectores tecnológicos, o ampliando los planes de compensación ambiental y desarrollo de la economía alrededor de las minas. “Queremos materias primas abundantes que no sean caras, estas materias no pueden ser el gas ruso del mañana”, ha dicho un alto cargo comunitario.
Como la necesidad apremia, avanzan otros frentes en busca de la soberanía. Por ejemplo, la alianza de países para compartir proyectos, tecnologías y plantas de procesamiento. La Unión Europea, Japón, Australia, Canadá y Estados Unidos han avanzado en ese camino, aunque ahora puede variar con el indisimulado apetito de Trump por los yacimientos groenlandeses (difíciles de explotar bajo ese clima y ese hielo) o los ucranianos.
La rivalidad entre bloques se refleja en guerras comerciales. China cierra a voluntad el grifo de su exportación de tecnología de procesamiento a occidente. Estos Unidos hizo lo mismo con su producción. Y este escenario, cuyo enquistamiento no sorprendería, motiva el I+D+i en modelos de prospección para emplazamientos complejos, como análisis mediante Inteligencia Artificial de imágenes satelitales o técnicas especializadas en el material de volcanes extintos, entre otros. También en el desarrollo de materiales sustitutos, uno de los fuertes de la IA aplicada, para fabricar componentes, por ejemplo imanes, sin tierras raras en su fórmula. Tesla ya ha anunciado su uso en la próxima generación de motores. Asimismo, progresa la innovación en reciclaje para recuperar ese pequeño pero cada vez más rentable porcentaje en la basura electrónica.
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